Argentina le pareció fácil para vivir, se quedó y una crisis la puso a prueba: “Hay cosas que aún no logré asimilar”
Erika Garimanno nació en la región del Piamonte, abrazada por las suaves colinas de Monferrato. En su rincón de Italia cursó la primaria y la secundaria, y asistió a un liceo de lenguas extran...
Erika Garimanno nació en la región del Piamonte, abrazada por las suaves colinas de Monferrato. En su rincón de Italia cursó la primaria y la secundaria, y asistió a un liceo de lenguas extranjeras. El mundo siempre había sido un lugar intrigante, y la italianidad no era lo único que ella llevaba en la sangre. Su madre, mitad argentina, mitad italiana, había llegado al viejo mundo de muy joven, allá por los años setenta, y Erika creció con ambas culturas muy presentes en su vida y habló castellano desde su infancia.
Al suelo argentino llegó por primera vez cuando tenía tres años. Sus abuelos maternos solían visitarlos en los veranos de Italia, y ella volaba junto a su familia a Buenos Aires para pasar las fiestas con temperaturas elevadas.
Al terminar su educación básica, la joven ingresó a la universidad a fin de estudiar Lenguas y Literaturas Extranjeras Modernas, tiempos en los cuales su existencia, tal como la conocía, atravesó numerosos cambios.
El movimiento más fuerte llegó el día en que su madre decidió regresar a la Argentina. Aquellos vientos nuevos comenzaron a soplar con ímpetu, e inesperadamente para Erika, el país austral cobró más fuerza en su mapa de la vida.
Argentina inesperada: “Yo podría vivir acá”Erika tenía unos 21 años cuando llegó a Villa Gesell por tiempo indeterminado. Su madre y su hermana habían llegado una semana antes con la intención de quedarse definitivamente. 1993 ya había comenzado y ella sintió fascinación por aquella porción de la costa argentina. Día a día, se dejó envolver por esa magia peculiar, una sensación de amplitud, de posibilidades y libertad.
Aún no sabía bien qué dirección iba a tomar su vida, hasta que cierto día llegó la revelación. Erika iba cabalgando por la playa, su mirada se perdió en el horizonte y la sensación de libertad y expansión golpeó con fuerza en su pecho. `Yo podría vivir acá´, se dijo colmada de convicción.
“Había sacado un pasaje ida y vuelta abierto por seis meses, pero no regresé. Mis padres se habían separado, yo conocía el idioma, tenía a mis amigos del verano, y decidí quedarme”, dice con una sonrisa.
Cuando el verano termina: “Tenés dos tierras... “En un comienzo la decisión de elegir Argentina le pareció fantástica en todo sentido. Erika venía de tiempos convulsionados, y aquel giro de la vida en un lugar que percibía impregnado de potencial, le generaba muchas expectativas y ganas de futuro.
Con sus dos décadas de vida, la joven sentía que estaba lista para conquistar el mundo, por lo que la nostalgia y la consciencia de lo que había dejado atrás tardó en llegar. Betty, una amiga entrañable del Piamonte, le confesó más tarde el dolor que le había causado la noticia de que eligiera Argentina para vivir.
“Mis amigos no querían que me fuera, pero yo tenía un pasaje abierto por seis meses y creía que iba a volver. Todo pasó casi sin pensarlo”, cuenta. “En un comienzo me instalé en Villa Gesell y todo fue positivo, para mí fue como estar en una segunda casa”.
“Pero el inmigrante al llegar debe hacer un enorme trabajo interior, que es el trabajo de poder adaptarse, acomodar; es lo que sucede cuando tenés dos tierras, dos hemisferios (un poco como el cerebro), dos climas, esto último, un tema que incluso hoy me cuesta. Hay cosas que aún no he logrado asimilar: una es festejar mi cumpleaños en verano (cumplo en enero), y para mí, mi aniversario es nieve y frío, silencio, una sensación de estar acurrucado. Acá, ¡bueno! pleno verano, vacaciones, calores, un caos para juntarse. Y, aparejado, la forma de festejar las fiestas acá es algo que me costó al comienzo, una Navidad con explosiones y fuegos artificiales...”
El impacto del día a día y el camino laboral: “Argentina me encanta, porque es un país muy auténtico”Erika conocía muy bien la cultura argentina a través de su madre y sus propias visitas al país. El impacto más grande, sin embargo, llegó con el paso de las estaciones y en el día a día, a través de los vínculos sociales y la forma de interactuar de las personas. En tiempos de su volver a empezar, la espontaneidad argentina -presente en cada momento- le tendió puentes y no dejaba de maravillarla: “La amabilidad, estar siempre para sostener, ayudar, acompañar. Me encanta. Argentina me encanta, porque es un país muy auténtico, muy cálido, muy fácil, muy simple para estar a nivel humano”, sostiene.
Los puentes tendidos le sirvieron también para reinventarse en su camino profesional. A pesar de contar con estudios previos en Italia, Erika decidió abrir otra puerta y estudiar Psicología. A su vez, los primeros años, y casi como un juego, comenzó a dictar clases de italiano. Erika, que venía del mundo de las letras y los idiomas extranjeros, había pensado en continuar sus estudios para ser intérprete, pero no había contemplado aquella otra veta hasta entonces.
“Ese camino comenzó a tomar forma durante mis estudios de Psicología”, cuenta. “En esa época trabajaba en un hotel, mientras iba a la facultad a Mar del Plata, y cuando no estaba en el hotel, daba clases particulares. Fue entonces que me acerqué a la Dante Alighieri, comencé a hacer algunas suplencias, luego surgieron otros trabajos vinculados a Italia en relación al consulado. Así que siempre quedé muy vinculada a mi país”.
Un golpe fuerte, un regreso y una crisis: “No tenía muy en claro dónde quería estar”La vida sonreía y todo parecía fluir hasta que cierto día una noticia sacudió su presente. El padre de Erika había enfermado. Sin dudarlo, paralizó sus estudios y su trabajo, y regresó a Italia para acompañarlo en sus últimos tiempos de vida.
Aquel regreso llevó a la mujer italiana a una crisis interna personal. Volver la confrontó con todo aquello a lo que había renunciado y a su existencia entre dos tierras. De un lado se hallaba su madre con su linaje; del otro, su padre, así como tantos otros parientes queridos y amigos entrañables de un pasado que aquel día del regreso volvió a confrontar: “No tenía muy en claro dónde quería estar”, revela.
Tras varios meses de introspección y búsqueda interna, Erika regresó a la Argentina. Aunque todavía no lo comprendía del todo, ambos lugares significaban hogar, y decidió que era tiempo de volver a su otra tierra para culminar sus estudios y darles alas a esos sueños de amplitud, expansión y libertad.
La necesidad de ser comprendido como migrante: “Fue una ardua búsqueda en esos años”El nuevo milenio llegó y Erika ya contaba con su título de psicóloga. Instalada definitivamente en Mar del Plata, ella sabía muy bien hacia dónde quería dirigir su profesión, porque conocía en lo más profundo la necesidad. En el pasado reciente, había buscado ayuda de un profesional que la pudiese entender en sus luchas internas, en sus hemisferios divididos, en su identidad partida. Con Internet como herramienta emergente aún lenta, veía la carencia de información y apoyo para el que migra.
“Me propuse que el inmigrante pudiera encontrar ayuda en su idioma, pero no solo eso, sino que lo entendieran realmente cuando uno dice - como me pasó a mí- que extraña ciertos sabores, ciertos paisajes, que acá no estaban las colinas, que no encontraba el olor a amapola en primavera, que no encontraba las castañas en el otoño...”.
“En mi caso rastreé mucho, fue una ardua búsqueda en esos años. Encontré un analista que no estaba vinculado a Italia, pero sí a Francia y fue de mucha ayuda, porque me llevó a conectarme con otro analista que había vivido en Inglaterra. A ver, en definitiva no encontré a ningún analista que hablase italiano, sí uno que entendía el idioma, estuvo en Italia y que sentí que me podía acompañar con lo que estaba transitando”.
“Hoy, 25 años después de mi búsqueda en tiempos de indefinición, pienso que si no me hubiese venido a vivir a Argentina, tal vez estaría trabajando en algún lugar de la Unión Europea como intérprete. Quedarme me permitió abrir esta veta de trabajo e investigación, indagar qué significa ser migrante y atravesar todo lo que implica dejar el propio país”, reflexiona Erika, cuya tesis de grado se llama `Qué idioma habla el inconsciente: idiomas extranjeros en psicoanálisis´, donde se abocó a estudiar qué pasa en el interior de una persona que es bilingüe o políglota y que cambia de país, una temática no desarrollada en la Argentina a principios del siglo XXI.
La importancia de la red de apoyo y la búsqueda de propósito: “Cuando uno cambia de país descubre cosas que uno no imaginaba que formaban parte de uno”Antes de dedicarse a acompañar a migrantes desde su profesión, Erika trabajó como becaria, y se abocó a investigar cuestiones más específicas, como la situación de los migrantes en Mar del Plata. Aquello la ayudó a afianzar un camino cada vez más claro en relación a su búsqueda. Poco a poco, las redes sociales fueron creciendo, así como las redes de psicólogos en situaciones y búsquedas similares, lo que significó contar con mayor apoyo y hallar un camino para sanar las propias heridas.
“Pude encontrarle sentido a esto de estar dividido entre dos tierras”, dice Erika. “Fue importante porque tuve un tiempo en el que me costó mucho volver a Italia, si bien estaba totalmente conectada con mi país, me resultaba doloroso volver a enfrentarme con una nueva tierra que no era la que yo había dejado. Me llevó mucho trabajo interno y de poder indagar con el árbol genealógico. Poder abrazar a los dos países, a lo que uno deja y uno trae. A lo que uno no va a recuperar. Es un trabajo de integración. De dejar de sentirme extranjera en Argentina, algo que pasó por muchos años”, continúa Erika, quien desde su profesión, aparte de trabajar con los migrantes italianos o argentinos el desarraigo, incorpora la búsqueda de sentido y los talentos.
“Muchas veces cuando uno cambia de país descubre cosas que uno no imaginaba que formaban parte de uno. En mi caso, por ejemplo, pintar, el arte en general. Por otro lado, es siempre muy importante vivir con un sentido de propósito, que muchas veces se halla perdido cuando uno migra”.
De aprender a integrar: “El que deja el país en el que nació, tiene que volver a nacer”Italia, ese país al que en algún momento le costó volver, le otorgó a Erika un reconocimiento importante: una Onorificenza de Cavaliere de la república italiana por su labor a la difusión de la lengua y la cultura italiana en Mar del Plata. Y hoy, aparte de su trabajo como psicóloga, ella se desempeña en la institución Dante Alighieri como responsable Institucional y Cultural.
Lejos quedó aquella cabalgata en Villa Gesell en la cual, sin pensarlo, Erika decidió no regresar a su primer hogar. Fueron tiempos donde no imaginó las batallas de identidad que le tocaría atravesar hasta aprender a integrar sus dos mundos, sus dos hogares, las suaves colinas del Piamonte y la amplitud del Mar Argentino.
En su presente, y más que nunca, ama difundir la cultura italiana y su idioma en una ciudad que quiere intensamente: Mar del Plata. Ella siente que las personas eligen aprender italiano por un motivo mayormente emocional, un factor que moviliza los sentimientos en varias dimensiones.
“Y hace un tiempo hice un viaje a Italia con amigas, les mostré mis lugares, mi familia, mis amigos. Al regreso una amiga me dijo: vos sos otra persona en Italia, hasta te cambia el timbre de la voz”, agrega pensativa.
“Hoy, cada vez que vuelvo a Italia, también lo hago para conocer lugares que no tuve la oportunidad de ver cuando vivía allá. Es un costado positivo de migrar, ser turista en el propio país, verlo con otros ojos”, continúa. “Migrar es tener dos casas diferentes, dos vidas diferentes, y acá conservo mis costumbres, cocinarme las comidas de mi abuela en Italia... Me acuerdo de chica, cuando venía a Argentina, y mi abuelo que había venido de Italia me contaba todas esas historias de cuando volvió de la guerra”.
“Es una sensación rara, y a la vez, el que deja el país en el que nació, tiene que volver a nacer. Y hay momentos que en el interior hay una suerte de escisión. Hay momentos en que es un dolor de cabeza y, a veces, tengo sensaciones gustativas y olfativas de Italia, que las siento y he salido a buscar desesperadamente, y no está, y esa dualidad es difícil de habitar”, continúa pensativa.
“No suelo atender cuestiones de desarraigo forzado, pero sí de elecciones conscientes, y aún así siempre pasa eso, cuando uno se va deja algo, y eso es un duelo que hay que aprender a integrar de manera creativa. El arte y lo que nos conecta con un bienestar, nos ayuda a estar bien aun lejos de casa. En mi caso, Argentina influyó enormemente en mi búsqueda de identidad personal. Acá estoy todo el tiempo aprendiendo sobre humildad, respeto, escucha, y sobre todo agradecimiento”, concluye.
*
Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.