De acuerdo a la ciencia, y con los sonidos que más hacen reír a los bebés, esta es la canción que hará feliz a tu hijo
La risa de un bebé tiene un poder único: apenas aparece, desarma cualquier gesto serio y se contagia como un reflejo imposible de contener. Esa carcajada cristalina, tan breve como irresistible, ...
La risa de un bebé tiene un poder único: apenas aparece, desarma cualquier gesto serio y se contagia como un reflejo imposible de contener. Esa carcajada cristalina, tan breve como irresistible, despierta un efecto en cadena: primero una sonrisa, después otra, hasta que la alegría se multiplica. Pero detrás de esa chispa hay un misterio que la ciencia buscó descifrar y fue entender qué sonidos, ritmos o estímulos son los capaces de generar tanta felicidad en los más chicos.
Fue en 2016 que llegó una respuesta cuando, por medio de un inusual experimento impulsado por una marca, la cantante y productora británica Imogen Heap (junto con psicólogos y especialistas en desarrollo infantil de la Universidad de Goldsmiths en Londres) creó The Happy Song. Una canción diseñada científicamente para generar sonrisas en los bebés de entre seis meses y dos años que combina ritmo veloz, sonidos inesperados y la voz cálida de Heap.
Un experimento entre la música y la cienciaToda esta historia comenzó con la propuesta de C&G Baby Club, una marca británica interesada en explorar el poder de la música en el desarrollo infantil. Querían crear una canción que no solo entretuviera, sino que generara felicidad en los bebés. Para eso convocaron a investigadores de Goldsmiths (quienes ya desde hacía algunos años estudiaban cómo la música afecta las emociones) y a Imogen Heap, una reconocida artista que ganó popularidad por su capacidad para combinar tecnología, sensibilidad artística y experimentación sonora.
Pero Heap no se limitó a inventar una melodía pegadiza. Durante meses, participaron más de dos mil familias en pruebas en las que los científicos medían las reacciones de los niños ante diferentes estímulos: voces, risas, instrumentos, ruidos inesperados, cambios de tempo. Lo que para un adulto puede resultar caótico, para un bebé era pura diversión.
Los secretos detrás de la canciónEl diseño de The Happy Song llevó meses de experimentación que concluyeron en la creación de su ritmo acelerado —unos 163 beats por minuto— a través de los que se logra mantener la energía constante y evitar distracción. Según sus propios creadores, la elección de la escala mayor refuerza la sensación de vitalidad, mientras que la voz de Imogen Heap, cálida y cercana, emula ese tono afectuoso que los adultos suelen usar al hablar con los más pequeños.
Pero ojo, porque nada quedó librado al azar. Verdadero ejemplo de lo que es la “música de diseño”, a lo largo de la canción también aparecen sonidos divertidos que fueron identificados como los que más hacían reír a los bebés que formaron parte del experimento: estornudos, ladridos, risas y pequeños “pop”. De hecho, incluso las palabras fueron seleccionadas con cuidado: cortas, claras y positivas, centradas en acciones simples como jugar, reír o bailar. Heap decidió interpretar por sí misma varias de esas risas y onomatopeyas, para darle autenticidad y cercanía a la experiencia sonora.
El proceso creativo tampoco fue lineal. La primera versión se llamó Song for Max, en honor al sobrino de Heap, pero luego se optó por un título más universal. Hubo además varios intentos fallidos: una maqueta sonaba demasiado lenta, otra demasiado electrónica. Solo después de pulir cada detalle apareció la versión definitiva, la que en 2017 llegaría a estar nominada a los Webby Awards como innovación digital en música para familias.
La felicidad como motor del desarrolloLa importancia del proyecto fue más allá de lo anecdótico. Los especialistas subrayaron que la felicidad temprana no es un lujo, sino un motor del desarrollo emocional y cognitivo. Es que cuando un bebé ríe, no solo disfruta del momento: también fortalece su memoria, mejora su capacidad de interactuar y aprende a asociar la música con experiencias positivas.
Para Heap, que entonces era mamá de una nena chiquita, así que el desafío también tuvo un costado personal ya que quería una canción que pudiera compartir con su hija: “No se trataba solo de hacer reír, sino de crear un espacio de juego y complicidad entre padres e hijos”, contó más tarde en entrevistas.