El Bernasconi, la más grande escuela-palacio del país
Pasaron siete años desde la muerte del empresario y fabricante de calzados Félix Fernando Bernasconi –cuyo deceso ocurrió en París en 1914–, hasta que el 26 de septiembre de 1921 se colocó...
Pasaron siete años desde la muerte del empresario y fabricante de calzados Félix Fernando Bernasconi –cuyo deceso ocurrió en París en 1914–, hasta que el 26 de septiembre de 1921 se colocó la piedra fundacional del colosal complejo pedagógico que lleva su nombre por haber legado su fortuna con ese fin. Su sueño se erige imponente sobre una lomada en el barrio Parque de los Patricios.
El armonioso macizo de cuatro niveles abarca dos manzanas, con un perímetro total de más de 600 m, integrando un área de unos 20.500 m2 donde el frente sobre calle Catamarca alcanza los 140 m y está enmarcado por las calles Cátulo Castillo, Rondeau y Esteban de Luca.
Fue la última “escuela palacio” que se construyó en el país en línea con la importancia dada por el Estado a la educación. Se inauguró el 22 de octubre de 1929 descollando por su portentosa dimensión, el singular emplazamiento sobre una elevación natural, el verdor que la circunda y su estilo neo renacentista, valores que siguen cuidándose, incluida una reciente restauración integral a cargo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Tres horas recorriendo las dos hectáreas del Instituto Bernasconi (IB), por donde circulan diariamente unas 5.000 personas entre alumnado, docentes, no docentes, proveedores, personal de servicios y padres, permiten enumerar una síntesis que asombra: grandes aulas ventiladas y luminosas, patios de recreo de 1.200 m2, un vasto comedor para el alumnado de jornada completa, dos piscinas climatizadas en el subsuelo y un teatro auditorio para 400 espectadores.
A estas estructuras se suman dos hitos culturales y espaciales: la encantadora biblioteca con valiosos volúmenes acompañados por un buen mobiliario con tulipas verdes en sus lámparas y un deslumbrante museo surgido del talento de la insigne educadora riojana Rosario Vera Peñaloza.
A tono con el concepto palatino, anchas escaleras de mármol de Carrara unen los tantísimos ambientes, relucen columnas y ornamentos dignos de cualquier castillo europeo, así como elegantes galerías de circulación con recovas rodeando los patios principales, además de ascensores con capacidad para 35 alumnos, oficinas administrativas…
Es así, impresionante y enorme. De ahí los justos reconocimientos de Monumento Histórico Nacional y de la Ciudad de Buenos Aires para una institución que fue proyectada en 1918 por el fecundo arquitecto Juan Abel Adrián Waldorp (1885-1962), quien siempre firmó sus obras en las fachadas agregando “hijo” o “h” dado que su padre se llamó igual, Jan Abel Adriaan Waldorp, un ingeniero holandés que fue traído a la Argentina como proyectista y constructor del puerto de Ensenada.
Los especialistas coinciden en que Waldorp (h), a la vez director de arquitectura del Consejo Nacional de Educación, consagró en este conjunto edilicio su talento artístico y sus conocimientos técnicos e interpretó las aspiraciones del testamento de Bernasconi.
Un portentoso y aristocrático diseño en alturaLa parcela en que se edificó fue adquirida a la compañía La América, propietaria de unos hornos de ladrillo, en el terreno que antes perteneció al científico, naturalista, explorador y geógrafo –entre otros saberes–, Francisco Pascasio Moreno (1852-1919), quien tuvo ahí una de las últimas quintas de la zona y que antes fue la estancia “El Edén”, cuando estaba en manos de su padre, Facundo Moreno.
El “Perito Moreno”, como lo nombramos todos, apreciaba mucho sus frutales, dejaba que los chicos del barrio jugaran en su campo y que los vecinos hicieran fiestas y kermeses. Su memoria sigue presente gracias a un aguaribay que plantó en 1872 para disfrutar de su sombra. Fue el primer árbol declarado como “histórico”, en 1943, y sigue frondoso con sus flores amarillentas o sus frutos en racimo de color rojizo.
La entrada por Catamarca es la más suntuosa, con una elevada escalinata, tres portales de arcos flanqueados por dos esculturas de la mitología griega (del artista Alberto Lagos) y un coronamiento presidido por un reloj (que alguna vez tuvo un carrillón). Hay un portal para llegar al vestíbulo que conduce a la sala de pasos perdidos, donde una señorial escalera lleva al foyer del salón de actos y teatro.
En los extremos y en la intersección de los pabellones se alzan torreones con techos de tejas a cuatro aguas. El lado derecho del palacio estaba destinado a las niñas y el izquierdo a los varones, como figura en las inscripciones de la fachada y en los planos de puño que hizo Waldorp; división de género que dejó de aplicarse en los años 60.
Hay varias obras plásticas adentro y en el parque, como el gran óleo El Libertador San Martín en Boulogne Sur Mer, de Antonio Alice, de 1915; dos esculturas sobre Sarmiento y una muy cuidada galería de arte Víctor Aurelio Cincioni (1904 - 1985), un pintor naturalista argentino, fuertemente paisajista. En términos artísticos, diversos espacios fueron locaciones de películas, entre ellas Topos, de Emiliano Romero; Kamchatka, de Marcelo Piñeyro; La cautiva, de Gastón Birabén, y Lugares comunes, de Adolfo Aristarain.
El legado de un filántropo con sentido socialBernasconi hizo en el país la primaria y parte de la secundaria, que completó en Europa y a su retorno se abocó a trabajar junto con su padre en la empresa de zapatos, desempeño que le implicó permanecer mucho tiempo en el exterior, lo cual lo enriqueció culturalmente, además de económicamente.
Cuando tenía solo 45 años (murió a los 54) y vivía en la calle Victoria 669 (luego Hipólito Yrigoyen), cerquita de la Casa Rosada, decidió darle un destino patriótico a su riqueza ya que no tenía herederos forzosos (esposa o hijos). En un gesto de altruismo ejemplar firmó su testamento el 21 de junio de 1905 ante un escribano.
“…me manifestó que instituye como único y universal heredero de todos sus bienes situados en esta República Argentina al Consejo Nacional de Educación… será empleado en la edificación de un palacio escuela en esta capital de Buenos Aires dejando en plena libertad al Consejo mencionado para que elija el sitio donde levantar dicho edificio…”.
Hijo de inmigrantes suizos y nacido en Buenos Aires en 1860, Félix desarrolló una personalidad activa, inquieta, muy viajero y culto, inteligente, de notorio prestigio mercantil, solidario, sensible y siempre propenso a ayudar con la formación de los niños y con los que sufren, como lo demostró ya que también legó dinero para el Asilo de Huérfanos, el Hospital de Niños, el Asilo de Niños Desvalidos y el Hospital de Mujeres, entre otros. Murió en París el 4 de mayo de 1914.
Una comunidad educativa de milesLa dinámica del conglomerado pedagógico es incesante, es un mundo de gente. Valga una sencilla enumeración: dos jardines de infantes (Moreno y Aguaribay), cuatro escuelas primarias (Carlos Saavedra Lamas, Rafael Bielsa, Juan Ángel Golfarini y Enrique Banchs), el Centro Educativo Complementario de Natación, el Centro de Actividades Infantiles, la primaria de adultos y adolescentes Martha Salotti, la Escuela de Coro y Orquesta Athos Palma, un Centro Educativo de Nivel Secundario, talleres profesionalizantes de cocina y peluquería, diseño de accesorios y moda, computación, inglés, el Centro de Actividades Infantiles (que incluye escolares externos), eventos interescolares y el activo Museo Bernasconi que visitan colegiales de otras entidades primarias, secundarias y universitarias e investigadores.
“Escuchar ‘este es el Bernasconi’ o ‘estoy en el Bernasconi’ tiene un sentido de pasión, es lo que genera. Las puertas están abiertas desde las 7 de la mañana hasta las 22 y procuramos que desde el punto de vista pedagógico sea un palacio educativo de calidad en todas las instituciones que aquí funcionan”, señaló a LUGARES el coordinador general del IB, Julio Ledesma, quien estuvo acompañado en la entrevista por la secretaria de coordinación, Violeta Uriarte; la coordinadora del Museo Bernasconi, Anabella Montero, y la arquitecta Julieta Muñoz, supervisora de obras de la Dirección General de Infraestructura Escolar de GCBA.
“Además –agregó–, tenemos el orgullo de contar con dos lugares privilegiados como son la biblioteca y el Museo por su alta convocatoria. Hay visitantes que se emocionan cuando conocen estos espacios, cada delegación que los descubre tiene una rica experiencia”.
Por su parte, Uriarte acotó que “la actividad es intensa cada jornada y más cuando coinciden varios actos simultáneos. Así como es relevante la cantidad de investigadores que consultan la biblioteca, el archivo digital y físico del Instituto, por el material de todas las provincias respecto de la historia de la educación y los museos”.
En tanto que la arquitecta Muñoz resaltó que “las restauraciones recientes se dieron previo paso por los estudios de materiales, históricos y técnicos para codificarlos y llevarlos a cabo tal como se hacía originalmente; aunque con las tecnologías actuales, por ejemplo, como revestimientos tipo piedra París. Se trabajó en el frente de Cátulo Castillo, en patios internos, natatorios, cielorrasos… Y están en licitación los trabajos en el teatro, entre otros proyectos”.
Respecto a lo museológico, Montero se refirió a “la maestra de la Patria”, Rosario Vera Peñaloza (1872-1950), quien fue la creadora del primer jardín de infantes, dedicó su vida a la enseñanza. “Ella logró materializar en el Museo Bernasconi su gran proyecto pedagógico-político: el primer museo argentino para la escuela primaria con un abordaje nacional para explicar los fenómenos sociales, biológicos y geográficos, incorporando trabajos hechos por sus manos y su equipo, donde hay piezas en cartapesta, láminas de grabados, artesanías y animales embalsamados de la fauna autóctona donados por Angel Gallardo”.
Una vez al mes se abre al público en general, aunque la fecha es aleatoria y seguro es un viernes, novedad que se informa por las redes sociales. Si no, a esperar hasta el 8 de noviembre cuando acontezca “La Noche de los Museos”.