Generales Escuchar artículo

Jorge Lorenzo: los tropiezos que superó para ser actor y lo que le costó aceptar su apariencia

Jorge Lorenzo hizo decenas de obras de teatro y ficciones en televisión, pero la popularidad le llegó de la mano de Capece, el turbio personaje de El marginal y En el barro, ambas disponibles en ...

Jorge Lorenzo hizo decenas de obras de teatro y ficciones en televisión, pero la popularidad le llegó de la mano de Capece, el turbio personaje de El marginal y En el barro, ambas disponibles en Netflix. Ahora también se lo puede ver en Poker indio, un unipersonal que protagoniza todos los viernes a las 22.30, y hasta el 17 de octubre, en El método Kairós (El Salvador 4530, CABA). Además, los sábados a las 20.30, interpreta un sainete del que también es autor, Del barrio la mondiola, en UOCRA Cultura (Rawson 42, CABA). A diferencia de su personaje, Jorge Lorenzo es simpático y charlatán, y se nota que ama su oficio. En diálogo con LA NACION, contó que su maestra de primer grado le vio pasta de actor y que siempre fue su deseo a pesar de la oposición materna. Durante algunos años se alejó del medio, acomplejado por su cabeza calva, hasta que aprendió a convivir con su imagen y hoy, felizmente, se acepta.

-¿Qué es Poker indio?

-Es una muy linda la historia de Alfredo Megna. El poker indio, para quienes no saben, se juega con una sola carta; cada jugador saca una carta del mazo, sin mirarla, y la sostiene en la frente. Entonces, todos ven tu carta menos vos, que sí ves la carta de los otros jugadores. A partir de esa metáfora empieza a hilarse la historia de un hombre que emigró de su pueblo natal y concluye que siempre se mira en el espejo de los otros, sin mirarse en el propio. Al mismo tiempo recuerda a varios personajes muy pintorescos de su pueblo y reflexiona sobre el desarraigo. Debe ser la historia de muchas personas del interior del país que no son del todo aceptados en la ciudad si no se ponen el traje urbano. La metáfora de la obra es poder volver a tus raíces y ser auténtico. Es la segunda vez que hago en mi vida un unipersonal; en el 2013 hice Potestad, que dirigió también Christian Forteza. Me acuerdo que me llegó el libro cuando ya tenía fecha de estreno, porque el protagonista iba a ser otro actor que finalmente no pudo. Pensaba que iba a ser imposible hacerlo en dos meses, pero pudimos y todavía hoy hago funciones porque nos siguen llamando cada vez que hay algún evento o un festival. Hice otras obras con el mismo director, como Cámara lenta, Rojos globos rojos, Las Paredes. Le digo que es mi director de cabecera porque en los últimos años, solamente no hice con él el sainete que escribí, Del barrio la mondiola, que es un musical y por eso llamé a Mecha Fernández; estamos todos los sábados de septiembre a las 20.30 el Teatro de la UOCRA, que es hermoso. Casi todos los actores estamos, en este momento, con dos o tres obras… Es la única manera de sobrevivir.

-Hiciste muchísimo teatro, pero se te conoce Capece, el personaje de El marginal y En el barro.

-Es verdad, la tele es masiva. Podemos hacer mil obras, pero el público que nos ve es más reducido a comparación de la tele que es tan popular. O las plataformas ahora, porque además cruzas fronteras. Desde que se vio El marginal me empezó a escribir gente de España, de Francia, de Suiza, de Colombia.

-Y ahora que sos popular, ¿qué cambió?

-Ya no puedo pasar demasiado desapercibido cuando voy de un lugar porque me paran, me piden fotos, me saludan. Esos mimos que me hace la gente son lindos, aunque soy muy tímido y a veces me cuesta. Lo que me molesta es que, si estoy en un restaurante por ejemplo, me filmen de otra mesa sin pedir permiso; lo siento muy invasivo. Una vez me levanté, me acerqué y se lo aclaré a la persona, que entendió. Pero la verdad es que me tiran buena onda, a pesar de que Capece es malísimo (risas). Al principio tenía mucho miedo porque pensé que me iban a pegar por la calle; realmente en la primera temporada no podía ser más malo. Pero la gente me decía “qué turro sos, qué h de p, pero sos un actorazo”. Después, por una cuestión de necesidad de la historia, mi personaje fue mutando y ya no fui el guardia cárcel tan severo, tan amargo, sino el segundo del personaje de Gerardo Romano. Porque en realidad Capece tendría que haber terminado en la tercera temporada de El marginal, que fue cuando se mudaron de cárcel. Pero quisieron que siguiera y me encantó.

-¿Vas a estar en la segunda temporada de En el barro?

-Sí, y con mucha más participación que en la primera. Estoy disfrutando con estas producciones argentinas hechas de una manera maravillosa. Fue un placer trabajar con los (Sebastián y Luis) Ortega. Además, feliz de hacer un trabajo audiovisual en estos tiempos difíciles. Casi un milagro. Se está haciendo muy poco… Y películas, prácticamente, nada. Es la primera vez en la historia que no hay una sola ficción nacional en televisión. Por más que haya cambiado la manera de ver la tele, hay mucha gente grande que le encanta ver ficción por televisión. Eso me decía la mamá de un amigo, que extraña las novelas. Y hay personas que no tienen plataformas, porque no pueden pagarlas.

Emprendimiento

-¿Un actor como vos puede vivir del teatro independiente?

-No, la verdad que no. Tengo un emprendimiento gastronómico, Ambrosías, en el que ahora participo a nivel administrativo. Es un servicio de viandas a domicilio que justamente inventé para no tener que alejarme de mi carrera y poder seguir trabajando en las dos cosas. Es un trabajo en el que me puedo amoldar los horarios si me toca grabar, o salir de gira los fines de semana. Eso me da más o menos una entrada fija y después, obviamente, hay algún ahorro porque en los buenos momentos tenés que hacerte un colchoncito. Un actor tiene contrato por tres o cuatro o seis meses, pero después está dos años sin trabajo. Yo terminé de grabar el 22 de noviembre del año pasado, y desde entonces nada. Lo que más me duele es que ni siquiera hay castings, entonces tampoco hay expectativas. Si no se cambian un poco las políticas culturales va a ser muy difícil. De la única manera que vuelva a hacer ficción en televisión abierta es asociándose con plataformas. Es muy lamentable, además, porque no todo el mundo tiene plataformas. Después de terminar de grabar El marginal, me llamaron para hacer un videoclip de un cantante urbano, Ecko, y lo grabamos en un lugar muy popular, donde era Villa Palito, Laferrere. Se armó un revuelo terrible y la gente que se acercaba me preguntaba para cuándo la cuarta y quinta temporada. Y ya habían salido, pero ellos no se enteraron porque vieron las tres primeras en la TV Pública y no en Netflix. Me quedó un sabor amargo.

-¿Cuándo pensaste por primera vez que querías ser actor?

-En la escuela primaria. Quería estar en todos los actos escolares, como un juego. Mi abuela se la pasó cosiéndome ropa para representar personajes. Mi maestra de primer grado decía que yo me iba a dedicar a algo que tuviera que ver con el arte. En mi casa no había artistas y yo, para seguir el mandato, me metí en la escuela técnica porque pensaba estudiar ingeniería. Tenía mucha facilidad para las matemáticas. Hice un año de ingeniería aeronáutica y me aburría tanto... Sin decirles nada a mis viejos, hacía cursos de teatro barriales hasta que decidí tomármelo en serio y me inscribí en la Escuela Nacional de Arte Dramático. En realidad, iba a hacer locución, porque todos me decían que tenía buena voz. Me acuerdo que tomé un colectivo para ir a anotarme al ISER, pero me bajé mal, una o dos paradas antes, y caminé y me paré frente a la puerta de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Entré, averigüé, me anoté y di examen de ingreso con una nota alta. Necesitaba que fuera así porque mantenía mi casa: mi viejo había tenido un problema de salud y no podía trabajar. Entonces tenía que anotarme en el turno noche para poder seguir laburando, porque si no era imposible. Cuando me dieron el resultado conté en mi casa que había empezado a estudiar teatro, y estalló una bomba. Mi viejo siempre me dijo que hiciera lo que me haga feliz, pero mi vieja estuvo un año entero sin hablarme. Después fue aflojando. Al final, en sus últimos años de vida se había convertido en mi fan número uno.

-Primero se opuso y después estaba orgullosa…

-Tal cual. Me llamaban para hacer bolos chiquitos y yo le pedía que no dijera nada, porque apenas aparecía. Pero ella se lo contaba a todo el barrio (risas).

-Durante mucho tiempo dejaste de actuar, ¿por qué?

-Un poco porque tenía que trabajar y mantener a mi familia, y otro poco porque tuve conflicto con mi cabeza pelada.

-¿Tan grande era ese conflicto para vos?

-Sí, porque tenía poco pelo y no me animaba a pelarme del todo. Y en ese momento no se usaba que el actor fuera pelado. Tuve varios bajones porque me rajaron de una producción de Romeo y Julieta en la que iba a ser Romeo. En ese momento tenía todo el pelo, pero muy finito y con las luces me brillaba el casco. Fue la primera vez que me bocharon por la pelada. Y después Alberto Migré me dijo que tenía todas las condiciones para hacer un protagónico porque llamaba mucho la atención, pero no existe el galán pelado. Yo tenía 27 años. Fue una frustración tan grande que pensé que quizá lo mío fuera el teatro independiente, porque evidentemente no fotografiaba como tenía que fotografiar. Me había resignado hasta que un buen día me afeité, para ver si podía empezar a imponerme como pelado (risas). Realmente me costó muchísimo. Y creo que el golpe fue El marginal, y ahora mi pelada es marca registrada. Así que ahora me reconcilié totalmente. Las cosas pasan cuando tienen que pasar, aunque uno desee que todo lo bueno le venga rápido y poder disfrutarlo mucho tiempo. Pero bueno, a veces tenés uno planes y la vida tiene otros planes para vos.

-Y un día te aceptaste volviste a trabajar…

-Así fue. Ya no me alejé más ni pienso alejarme. Además de la pelada yo tenía bastante papada y no me sentía cómodo. Bromeaba con que mi cara no tenía fin porque arriba no tenía pelo y abajo no tenía barba (risas). En la época que decidí pelarme había una propaganda de Valeria Mazza que decía que el pelo era el marco de la cara, y a todos les decía que había decidido tener un póster porque mi cara no tenía marco (risas). La cuestión es que me hice una lipo, me saqué la papada y ahí empecé a fotografiar bien. Ahora mi cara termina en algún lado.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/jorge-lorenzo-los-tropiezos-que-supero-para-ser-actor-y-lo-que-le-costo-aceptar-su-apariencia-nid20092025/

Comentarios
Volver arriba