La ONU, ¿reinvención o declive?
Cada septiembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas convierte a Nueva York en el epicentro de la diplomacia mundial: los 193 Estados miembros se reúnen para debatir temas de trascendencia ...
Cada septiembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas convierte a Nueva York en el epicentro de la diplomacia mundial: los 193 Estados miembros se reúnen para debatir temas de trascendencia mundial. Este año, la sesión dará inicio el 22 de septiembre, pero esta vez no será una cita más. En 2025, la ONU cumple 80 años, una celebración marcada por tensiones financieras, crisis mundiales, y debates sobre su efectividad. Todo esto deja un interrogante crucial: ¿puede la ONU reinventarse para seguir siendo el foro indispensable de la cooperación y el orden mundial?
Ochenta años después de su fundación, la ONU sigue siendo el escenario donde se fundamentan las bases de gran parte de la política mundial. Sus logros son innegables: las misiones de paz que han ayudado a frenar guerras y conflictos bélicos, la cooperación internacional que ha permitido la creación de acuerdos globales en salud, la lucha contra la pobreza o derechos humanos y la promoción de la creación de la Agenda 2030, indispensable para un marco común de objetivos para un futuro más justo y sostenible.
Pero no todo es celebración. Aunque su rol ha marcado un antes y un después en el orden internacional, la organización ha sido gravemente criticada en los últimos años por su falta de eficacia, lentitud y exceso de burocracia, que le impiden actuar en momentos críticos. Entre lo más cuestionado se encuentra el Consejo de Seguridad, que debido al veto de sus cinco miembros permanentes, ha quedado paralizado ante conflictos decisivos como Siria, Ucrania y Gaza. Por eso, este aniversario no es solo un acto conmemorativo: es un momento decisivo en el que la organización debe replantear su imagen. Entre los aplausos por su historia y las críticas por su ineficacia, la pregunta en boca de todos es si la ONU podrá reinventarse para seguir existiendo en un mundo cada vez más fragmentado.
Más allá de las críticas políticas y estructurales, su existencia se ve amenazada por una crisis de financiamiento. Con un creciente déficit de contribuciones y con solo 61 Estados miembros habiendo pagado sus tasas anuales, la ONU se enfrenta a riesgos operativos reales. El centro de la problemática está en su mayor contribuyente, Estados Unidos, que no solo acumula retrasos en sus pagos, sino que, bajo el liderazgo de Donald Trump, se plantea hacer recortes drásticos en cooperación internacional. Aportando el 22% del presupuesto regular y el 27% de los fondos destinados a operaciones de paz, EE.UU. comenzó a recortar sus contribuciones, dejando a la ONU en una delicada lucha por su supervivencia financiera.
Las consecuencias ya son visibles: la ONU anunció planes bajo la iniciativa UN80 para reducir 20% de su presupuesto y parte de su plantilla, junto con recortes sustanciales en programas de salud, refugiados y asistencia humanitaria. Detrás de estas cifras se esconde una realidad más dura: miles de personas podrían quedar sin acceso a servicios vitales, lo que comprometería su subsistencia y décadas de progreso en materia de desarrollo humano.
Debido a estos recortes, recientemente la ONU anunció su plan de trasladar las sedes de algunas de sus organizaciones a otras ciudades para reducir costos. Entre estas se encuentran parte de las sedes de Unicef, ONU Mujeres y Unfpa, las cuales serán trasladadas a Nairobi, Kenia, para finales de 2026. Esto llegaría a representar más que un movimiento presupuestario: envía un mensaje simbólico de una ONU que quiere ser más representativa del sur global y reducir la concentración de poder en las potencias occidentales tradicionales.
Empujada por la urgencia económica y simbólica de su 80º aniversario, la ONU puso sobre la mesa una agenda de reformas que busca responder a las crisis del presente y a los desafíos del mañana, garantizando su legitimidad y continuidad. La iniciativa UN80 pretende abordar tres ejes de reforma: identificar eficiencias y mejoras en las formas de trabajo, revisar la implementación de los mandatos de los Estados miembros y realizar una revisión estratégica de cambios más profundos y estructurales, y de realineamiento de programas.
Si bien estas propuestas no son nuevas, el marco del 80º aniversario convierte su puesta en práctica en una cuestión de supervivencia institucional. La ONU se encuentra así ante una encrucijada decisiva: reformarse sin desmantelarse, innovar sin perder su esencia y sostener su credibilidad en la esfera multilateral, o bien resignarse a una pérdida progresiva de relevancia en un mundo convulso y dividido.
A los 80 años, si consigue reforzar su legitimidad, modernizarse y responder con mayor eficacia a los desafíos emergentes, la ONU podrá seguir siendo el pilar del orden internacional basado en la paz y la cooperación que el mundo necesita. De lo contrario, corre el riesgo de quedar relegada en un sistema global cada vez más fragmentado, marcado por el unilateralismo y por un multilateralismo debilitado. El nuevo orden mundial exige que la ONU adapte sus estructuras a las realidades de este siglo. Como recordó el secretario general António Guterres: “No podemos construir un futuro para nuestros nietos con un sistema construido para nuestros abuelos”.
Vicedecano de IE University School of Politics, Economics and Global Affairs
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-onu-reinvencion-o-declive-nid19092025/