Les prometieron trabajo y diversión en EE.UU., pero relatan su pesadilla migrante en Nueva York: “Fue un desastre”
Integrantes del programa de visas J-1 arribaron a Estados Unidos desde distintas partes del mundo con la ilusión de participar de un ...
Integrantes del programa de visas J-1 arribaron a Estados Unidos desde distintas partes del mundo con la ilusión de participar de un intercambio cultural con capacitación profesional y tiempos libres en Nueva York. Sin embargo, se encontraron con una realidad diferente: fueron sometidos a largas jornadas de trabajo, en condiciones precarias y con salarios mínimos que, sumados a las amenazas de deportación, transformaron aquel sueño en una pesadilla. “Fue un desastre”, afirmó uno de los participantes.
Visas J-1 en Nueva York: denuncias de explotación laboral y abusos en el programaCada año unas 200 mil personas participan del programa de visas J-1, administrado por el Departamento de Estado (DOS, por sus siglas en inglés), con la idea de promover el entendimiento cultural entre EE.UU. y el resto del mundo. Sin embargo, de acuerdo a un informe elaborado por The New York Times, muchas compañías utilizan esta iniciativa como un canal de mano de obra barata y no brindan la capacitación prometida a los participantes.
Según testimonios recopilados por el medio citado en Nueva York, abundan los relatos de abusos: estudiantes que cumplieron turnos de más de diez horas, otros que fueron enviados a trabajar en viviendas particulares sin paga o fueron sometidos a violencia física y condiciones indignas.
“Hay algo malicioso en llamarlo un programa de intercambio cultural”, advirtió la abogada Amal Bouhabib, quien representó a varias de estas personas. En esa línea, la letrada agregó que “la gente piensa que aprenderá y experimentará la sociedad estadounidense, y luego los hacen trabajar por poco dinero en circunstancias peligrosas y físicamente difíciles”.
Explotación laboral en Long Island: abusos a estudiantes con visa J-1Uno de los casos más notorios ocurrió en Kurt Weiss Greenhouses, uno de los viveros de plantas más grandes del país norteamericano. El negocio llegó a contratar hasta 70 trabajadores con visa J-1 al año. Allí, los jóvenes eran obligados a plantar flores antes del amanecer, cargar pesadas macetas en cintas transportadoras o trasladar cajas de hortensias hasta la medianoche. Eran alojados en remolques pequeños, con presencia de ratas y cucarachas.
“No nos trataban como a un ser humano”, relató Behare Mlinaku, estudiante de Kosovo. “Solo éramos mano de obra barata”, denunció. Ella esperaba que le brindaran una capacitación avanzada en horticultura, pero solo se dedicó a colocar etiquetas en macetas durante semanas. Además, sus superiores la amenazaban con deportarla si no aceleraba el ritmo de trabajo. “Pasé el peor año de mi vida”, aseguró ya de regreso en su país.
La investigación reveló que hubo jóvenes que sufrieron lesiones graves: Dino Cekic, oriundo de Serbia, se dislocó un hombro al cargar una pesada carretilla que cayó sobre él. El migrante europeo fue trasladado a un hospital y luego fue despedido y enviado a su país, donde tuvo que endeudarse para pagar una cirugía. “Tienes esa hermosa historia en la que todo es sol y arcoíris, pero en realidad no lo es. Para mí, fue un desastre”, contó el joven.
Denuncias de violencia y acoso en Nueva York contra estudiantes del programa J-1El problema no se limitó a los invernaderos. En Shelter Island, siete estudiantes denunciaron a la dueña del café Marie Eiffel por violencia física y acoso sexual. “Me azotó frente a los clientes para que me moviera más rápido, como a un caballo”, contó Vannessa Chao Wan Yi, estudiante de Malasia. Según su testimonio, la mujer también la estranguló y la manoseó en reiteradas ocasiones. Otros seis estudiantes de intercambio que trabajaron en el lugar presentaron denuncias similares.
En Manhattan, la compañía Skytop Strategies reclutó jóvenes con la promesa de capacitación en redes sociales y salarios anuales de US$60.000. Nada de eso se cumplió. Lina Restrepo, de Colombia, contó que trabajó más de 12 horas diarias, muchas veces en el departamento del propio dueño, sin pago durante meses.
“Vienes aquí a los Estados Unidos con un sueño. Pensé que iba a ser una buena experiencia y se convirtió en una pesadilla”, lamentó la migrante sudamericana, quien finalmente renunció.
Patrocinadores y falta de controles: la cara débil del programa J-1 en EE.UU.El programa J-1 funciona a través de organizaciones patrocinadoras, que cobran tarifas a los solicitantes a cambio de gestionar visas y ubicar a los jóvenes en empresas. En teoría, deben fiscalizar a los empleadores y garantizar condiciones dignas, pero en la práctica sus ingresos dependen de mantener esas relaciones comerciales, lo que reduce los incentivos para denunciar irregularidades, consignó el medio periodístico.
El DOS, encargado de la supervisión, fue criticado en numerosas auditorías por no intervenir de manera efectiva. Aunque asegura que “toma en serio cada caso de presunto abuso”, señaló el informe, en la práctica delegó gran parte de la fiscalización en estas organizaciones privadas.