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A la mañana trabajaba como albañil y a la tarde iba a la escuela, pero una oportunidad le cambió la vida

Juan Cruz Ramírez tiene 21 años y creció en Cabín 9, un barrio muy humilde de Pérez, en el Gran Rosario. Aunque parecía que tenía pocas oportunidades de progresar, porque ya de adolescente t...

Juan Cruz Ramírez tiene 21 años y creció en Cabín 9, un barrio muy humilde de Pérez, en el Gran Rosario. Aunque parecía que tenía pocas oportunidades de progresar, porque ya de adolescente tuvo que trabajar como albañil con su papá para ayudar a la economía familiar, una ONG lo ayudó a capacitarse y hoy alcanzó su primer trabajo formal.

Además, Juan Cruz pudo sostener sus estudios y está en cuarto año de la carrera de Contador Público en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Si su hermana mayor no se recibe antes de abogada, podría convertirse en el primer universitario de la familia. El director de la empresa donde trabaja lo considera “el mejor empleado”.

“Cursé la escuela primaria acá cerca, en Nuestra Señora de Fátima, y a la tarde iba a los talleres de la ONG ARAS Cuatro Vientos para hacer los deberes, jugar al fútbol y aprender música”, cuenta Juan Cruz desde el patio de su casa, en Pérez. Es la misma donde nació y aún comparte con su papá Omar, que sigue trabajando como albañil, su mamá Betty, que es empleada doméstica, y sus cuatro hermanas, dos más grandes y dos más chicas que él. La única diferencia es que antes tenían dos piezas “donde se acomodaban como podían”, pero con el tiempo construyeron más, para que cada uno tenga su propio espacio.

“Fui a una secundaria en Rosario especializada en Economía y Estudios Contables. Cursaba por la tarde. A los 16 años arranqué a trabajar con mi papá en albañilería. Lo hacía durante la mañana, antes de ir a la escuela. Pero siempre seguí yendo a Cuatro Vientos con un plan especial que me orientaba a hacer cursos de Agrocomercio (de la Bolsa de Comercio rosarina), Excel y Computación. Además, me consiguieron una pasantía en la Bolsa de Comercio”, agrega Juan Cruz.

Al poco tiempo de empezar la carrera de Contador Público en la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la Universidad Nacional de Rosario, y apenas cumplió los 18 años, a través de la facu y la ONG logró una pasantía de tres meses en la oficina de Recursos Humanos del Grupo Cubrir. “Me la renovaron otros seis meses y después ya quedé fijo. Estoy en Recursos Humanos, centrado en el trabajo con el personal, desde hace tres años ya”, cuenta el joven con orgullo.

“Mis viejos nos motivaron a estudiar y trabajar desde chiquitos. Y en Cuatro Vientos nos apoyaron y orientaron en ese sentido. A mí me quedan pocas materias de 3° año y ya estoy cursando las de 4°, porque me quiero recibir lo antes posible. Mi hermana mayor, María, estudia Abogacía también en la UNR y con ella seremos los primeros universitarios de la familia”, señala con tanto orgullo que se le desparrama por la cara.

“Mi mejor empleado”

Hace 25 años, Miguel Romano, fundador y presidente del Grupo Cubrir, que ofrece servicio de seguridad privada y limpieza, creó la Asociación Rosarina de Ayuda Solidaria (ARAS), aunque todo el barrio la llama Cuatro Vientos.

En realidad, ese es el nombre del centro educativo y cultural que funciona en Cabín 9 para brindar apoyo escolar y actividades recreativas y deportivas para niños y adolescentes. Además, ofrece capacitación en oficios como electricidad y esculpido de uñas para la inserción laboral y una bolsa de trabajo a través del vínculo con distintas empresas, para jóvenes y adultos.

En 1982, Romano era capitán de Infantería, estudiaba para ser ingeniero en la Escuela Superior Técnica (hoy Facultad de Ingeniería del Ejército) y fue enviado a las Islas Malvinas como jefe de Policía Militar de Puerto Argentino porque hablaba inglés. A su regreso, escribió el libro “Malvinas: el último soldado”.

“La experiencia de la guerra me ha motivado a trabajar por una Argentina mejor y solidaria. Y por eso, aunque al comienzo éramos 3 o 4 y tuvimos varias experiencias fallidas, compramos el terreno en Cabín 9 y armamos una casita donde dábamos refuerzo escolar. Después de años de integrarnos al barrio y crecer, logramos un subsidio y construimos un edificio de 1.500 metros cuadrados, donde funcionan un colegio primario y secundario laico y privado (que no manejamos nosotros) y un centro educativo y recreativo para unos mil chicos cada año”, cuenta desde su oficina en Rosario.

“Uno de ellos es Juan Cruz, que ingresó como pasante de la facultad y hoy es mi mejor empleado, porque está muy bien capacitado para tareas administrativas, recibe los requerimientos del personal y los clientes desde la oficina de Recursos Humanos, es puntual y cumplidor. Estamos orgullosos porque además hay varios jóvenes que estudiaron Administración de Empresas, Programación y otras carreras, a quienes les dimos las virtudes que les permitieron conseguir un trabajo para tener una vida digna, con mucho esfuerzo y mucha satisfacción”, señala.

A los jóvenes que viven en hogares muy pobres les resulta muy difícil estudiar y conseguir empleos formales. En el país hay 4.930.000 jóvenes de entre 18 y 24 años, de los cuales solo 747.141 tienen un empleo registrado. Y apenas el 6% de esas oportunidades laborales de calidad llegan a los jóvenes de hogares muy pobres, según un análisis del Observatorio de la Deuda Social de la UCA hecho en exclusiva para LA NACION. Las cifras son tan tristes como claras: entre los jóvenes muy pobres que trabajan, 9 de cada 10 lo hacen en la informalidad. Mientras que apenas de 3 de cada 100 logran tener un empleo registrado.

El objetivo social

Según cuenta el coordinador de la ONG, Franco Daniele, Cabín 9 es un barrio popular de Pérez, a solo media hora en auto del centro de Rosario, donde no hay agua potable ni gas natural y los cortes de luz son frecuentes. Fue creciendo entre los basurales. “Las casas son muy precarias, apenas separadas por pasillos. Muchas familias viven hacinadas. La población infantil es muy alta y la deserción escolar, también. Tanto, que en la escuela secundaria pública cercana hay tres primeros años y un solo quinto”, indica.

“Muchos varones trabajan en el mundo de la construcción, mientras las mujeres son empleadas domésticas o se quedan en el hogar para cuidar a los hijos. Y los jóvenes tienen trabajo informal o están desempleados. Su changa más frecuente hoy en día es ir a buscar el agua potable para algunas familias que no pueden trasladarse. Para eso usan un carrito lleno de bidones, que cargan en el tanque que ofrece el municipio”, agrega.

El predio de cuatro hectáreas de ARAS, con cancha de fútbol, patio cubierto y un playón para jugar vóley, básquet y otros deportes, se convirtió en un oasis para los vecinos. “El objetivo principal es la promoción social de los niños, los jóvenes y los adultos de los barrios vulnerables de Rosario, a través de la educación gratuita e integral y el trabajo. En estos 25 años hemos ayudado a más de 6.000 personas”, explica el coordinador.

“Una de ellas es Juan Cruz, que vino a Cuatro Vientos de forma ininterrumpida mínimo tres veces por semana durante 10 años. Con gran capacidad intelectual, siempre fue muy estudioso, respetuoso y buen compañero, y demostró su ánimo de superación y de colaboración con el proyecto –asegura Daniele–. Aunque estudia en la facultad y trabaja, también viene a limpiar y ordenar cuando es necesario, e incluso fue presentador en algunos eventos, para retribuir todo lo que recibió. Su historia es un gran ejemplo.”

Más información

La Fundación ARAS Cuatro Vientos tiene distintos programas educativos, recreativos y de promoción del empleo en barrios carenciados de la zona de Cabín 9, en el límite de Rosario con la localidad de Perez.

Si querés contactar a la ONG, podés hacerlo por teléfono al 341-153452759 o por mail a info@aras.org.ar.Si querés colaborar con el trabajo de la ONG, podés hacerlo como voluntario o con un aporte para que puedan ofrecer más becas desde este link.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/por-la-manana-trabajaba-como-albanil-y-a-la-tarde-iba-a-la-escuela-hasta-que-una-oportunidad-le-nid22092025/

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