Generales Escuchar artículo

La pequeña aldea patagónica que creció a orillas de un río caudaloso y se volcó al turismo

Aluminé tiene algo de frontera y algo de refugio: se entra por caminos que se estrechan y se abren de golpe en un valle, como si hubiera estado oculto a propósito. La geografía es generosa, pero...

Aluminé tiene algo de frontera y algo de refugio: se entra por caminos que se estrechan y se abren de golpe en un valle, como si hubiera estado oculto a propósito. La geografía es generosa, pero no complaciente: río caudaloso, bosques antiguos intervenidos con pinares –poco deseados–, mesetas que se intercalan con lagos escondidos. La cultura también tiene peso propio; aquí se cuentan las historias de los mapuches y de los pioneros, de quienes se fueron y volvieron, de quienes encontraron en estas tierras un modo de vida.

Las actividades al aire libre en Aluminé son una de las claves para adentrarse en este territorio. A 35 kilómetros del pueblo, en tierras de la Corporación Interestadual Pulmarí, se encuentra Piedra Pintada, un breve sendero en un cerro que, en su cima, guarda más de cien grabados rupestres. Son figuras que el tiempo, el viento y la lluvia desgastan de a poco, pero que siguen ahí como testimonios de antiguas poblaciones. Desde arriba, la vista del lago Pulmarí y de la cordillera explica por qué fue elegido como sitio de paso y de permanencia. Los arqueólogos están en plena investigación, pero basta caminar hasta el mirador para sentir que el patrimonio está en la piedra, en el aire, en el paisaje.

También en las afueras, sobre la ruta 23, aparece la entrada al sendero Carri Lil, una joya poco conocida. Se llega con una caminata corta –dos horas, baja dificultad– y se culmina en pozones profundos y cascadas de agua cristalina. Carri Lil significa “arroyo de piedras verdes” en mapudungun y la experiencia es inseparable de la comunidad Aigo, que abrió el recorrido hace apenas cinco años. Jóvenes como Julián, con poco más de 20 años, guían a los visitantes mientras enseñan qué plantas sirven para el dolor de muelas, cuál se convierte en dulce y cuál en medicina. Se habla en mapudungun, se señalan vetas de cobre en las rocas, se comparten palabras. Es una caminata con alma, donde el silencio de la estepa se mezcla con la memoria viva de una lengua que se resiste a desaparecer.

Más cerca del centro, la Reserva Natural Urbana Quilque Lil ofrece otra cara de la naturaleza. Son 260 hectáreas protegidas desde 2020, con senderos que ascienden por el cerro hasta miradores con vistas al valle del río. La historia geológica cuenta que hace millones de años todo esto fue selva valdiviana, confirmado por troncos petrificados en la zona. Hoy, el área es un aula a cielo abierto, con flora nativa, carteles interpretativos y avistaje de aves. El zorro colorado cruza de a ratos, el águila mora descansa en los paredones y, en primavera, la flor de la mutisia tiñe de naranja los claros del bosque.

Si el agua invita a contemplar, también provoca adrenalina. El río Aluminé es, desde hace tres décadas, uno de los escenarios del país más buscados para rafting y kayak. Sus rápidos fueron sede del Mundial de Rafting en 2018 y hoy convocan tanto a profesionales como a familias. Hay dos circuitos principales: el Abra Ancha, de seis kilómetros, ideal para principiantes y grupos, y el Aluminé Superior, un tramo de 12 kilómetros con rápidos de nivel III y IV, que exigen más técnica y conocimientos. En octubre, la localidad celebra su identidad con el Campeonato Argentino de Kayak Creek, porque aquí el río no es sólo paisaje: es parte de la vida cotidiana.

Emprendedores

En esta pequeña villa, los proyectos familiares suelen tener la escala justa para convertirse en historias. A un kilómetro y medio del pueblo está Vilcunco, una estancia que hace casi 20 años sumó al campo ganadero un criadero de truchas. Hoy, de la mano de Carla Cuiñas y Andrés Haigh, ese emprendimiento abrió sus puertas al turismo. En la visita se muestran las piletas donde se crían alevinos, la laguna artificial y, al final, el restaurante donde se sirve la trucha en distintas versiones: empanaditas, milanesas, ravioles ahumados, incluso noches de sushi. Carla y Andrés recuerdan cómo se conocieron en un restaurante del pueblo; hoy manejan juntos un negocio que abastece a los restaurantes de Villa Pehuenia y sueñan con exportar a Europa y Japón.

Otro ejemplo es Jorge Martínez, veterinario, hombre de campo, padre de cinco hijos. Volvió a Aluminé después de años en Buenos Aires y decidió recuperar una tradición de su infancia: hacer quesos. Así nació Altos del Aluminé, una quesería artesanal que produce gouda, quesos saborizados y un queso de guarda llamado Invernada. El giro más profundo, sin embargo, llegó de la mano de sus hijos, que lo convencieron de dejar atrás químicos y métodos convencionales para adoptar el manejo regenerativo. El campo –antes piedra y monte seco– hoy produce pasturas y leche de manera natural. “Si no fuera por ellos, seguiría haciendo macanas”, admite Jorge, con mezcla de orgullo y humildad. Los quesos se venden en ferias, en el pueblo y a turistas que buscan llevarse un pedazo del sabor patagónico. No es un negocio redondo, pero es un proyecto que respira futuro.

A esa trama de apuestas familiares se suma la familia Ventura, que en 2022 convirtió su hotel La Aldea en el Gran Aluminé by Amérian, tras un proceso de refacción y modernización que lo posicionó como un tres estrellas superior. Fue una inversión arriesgada en tiempos inciertos, pero tuvo un eco inmediato: devolver la vida a un edificio que forma parte de la memoria local.

También están las propuestas más íntimas, como Sheipuquin, un conjunto de cabañas de montaña rodeadas de un entorno nativo, pensadas por Mariel Grassetti y Alejandro Nacimiento, una joven pareja que se fue del pueblo y volvió para levantar su propio emprendimiento. El diseño contemporáneo se adapta a las necesidades de la Patagonia: cocinas equipadas, ventanales que nunca dejan de mirar el paisaje. Su apuesta combina independencia, comodidad y hospitalidad personalizada, como una manera de volver a pertenecer al lugar donde crecieron.

Cultura

Si algo distingue a Aluminé es su vida cultural. En 2015, al cumplirse cien años de la localidad, abrió sus puertas el Museo Municipal y Centro de Interpretación El Charrúa, instalado en el casco restaurado de una antigua estancia. Lo impulsó Luis “Titi” Ricciuto, artista y drag queen, con una mirada poco habitual: la historia no debía empezar con los pioneros, sino mucho antes. Así, el guion del museo pone en primer plano la presencia mapuche y los procesos sociales que hicieron posible la creación del ejido urbano. Las salas muestran desde recintos pircados de mil años hasta objetos de la vida rural criolla. El museo se concibe como un espacio polifónico, donde coexisten relatos, tensiones y memorias.

La cultura también se expande en oficios contemporáneos. Un ejemplo es María Agostina Botella, ceramista que se capacitó en el centro de formación profesional local. Llegó a la cerámica casi por casualidad, después de haber estudiado danza, y descubrió un mundo en la arcilla. Hoy investiga mezclas con cenizas volcánicas, experimenta con esmaltes de alta temperatura y produce piezas de gres y porcelana que lleva a ferias o entrega por encargo. Firma sus trabajos como Agos o Lemu, que significa “bosque” en mapudungun. Su historia muestra cómo en Aluminé la creación no se limita a museos o instituciones: surge también de los talleres y de su gente.

DATOS ÚTILES

Por su ubicación y propuesta de vida activa, Aluminé es ideal para combinar con Villa Pehuenia y cubrir el circuito que pasa por Moquehue y Ñorquinco.

Dónde dormirAmérian Gran Aluminé Hotel Ruta del Pehuén. T: (02942) 59-8159. IG:@amerianhotels Con 36 habitaciones distribuidas en cinco niveles, este hotel relativamente nuevo de la cadena Amérian eleva la oferta de la zona con su impronta patagónica. Una gran sala de estar con hogar a leña, bar y restaurante con cocina basada en productos locales, salón de eventos y estacionamiento cubierto. El hotel está rodeado por montañas y tiene enfrente al río Aluminé; es una combinación de confort moderno con un vínculo activo con su entorno. Desde $143.000 la doble con desayuno.Casas de Montaña Sheipuquín Sector Servicios Turísticos s/n. T: (2942) 25-8409. Un conjunto de cabañas de montaña rodeadas de bosque nativo, con diseño contemporáneo –de estilo muy Airbnb– y comodidades que garantizan descanso, autonomía y privacidad: cocina equipada, ropa blanca, wifi, jardines propios y estacionamiento. Una propuesta independiente y personalizada, gracias a la atención de sus dueños, Mariel Grassetti y Alejandro Nacimiento, una joven pareja local que apostó por su propio emprendimiento de hospedaje. Ofrecen distintas opciones: casa para 4 personas ($130.000), tres ($120.000) y dos ($100.000). También hay una opción más pequeña, desde $80.000 para dos personas. Dónde comerEstancia Vilcunco Aluminé 834, a 1,5 km del pueblo, cruzando el río. T: (2942) 69-5599. a es un clásico de Aluminé. El criadero de truchas ofrece visitas guiadas y un restaurante con buenos platos. El lugar es ideal para un paseo por el día y conocer de cerca cómo es el proceso de cría. El menú gira indefectiblemente en torno a la trucha –milanesas, pastas rellenas, grillada– pero también hay picadas, tortas y opciones ligeras para la merienda. Precios altos. Abre de lunes a sábados, de 9 hasta medianoche. Domingos, desde las 15. Los Radales Aluminé Frente a la Plaza Principal. T: (2942) 28-0999. El conocido restaurante de Villa Pehuenia tiene su sucursal en Aluminé y se convirtió en un punto de encuentro para lugareños y visitantes. La propuesta gira en torno a una gran parrilla, donde se asan cortes tradicionales de vaca, corderos de cocción lenta y chivos; además hay empanadas criollas y pastas caseras que completan la propuesta de este bodegón patagónico con espíritu familiar. Amplio salón y mesas al aire libre, buena carta de vinos, cervezas y vermut. Precios medios. Abre todos los días, de 10 a 23.30. Sentido Aluminé Bar Café Colectora 1° de mayo 1881, al lado de la YPF. Especialidad en cafetería de montaña y pastelería. Por su ubicación, es un espacio ideal para meriendas o una comida ligera, con buena ambientación y música. En el salón también hay productos regionales (dulces, extractos de plantas y tés), pero también distintos cafés del mundo. Es una parada obligada en el ingreso a Aluminé. Precios bajos. Todos los días, desde las 8 de la mañana hasta la medianoche. Paseos y excursionesMuseo Municipal El Charrúa T: (2942) 46-9588. El museo funciona en la antigua casa principal de la ex estancia El Charrúa, totalmente restaurada con la técnica de quincha (barro y caña), típica del litoral argentino. Sus antiguos dueños eran colonos uruguayos, de allí el nombre. Inaugurado en 2015 para el centenario de Aluminé, fue impulsado por el artista y funcionario cultural Luis “Titi” Ricciuto, y hoy se lo reconoce como un espacio inclusivo y polifónico que invita a pensar la historia desde múltiples voces. Sus orígenes se remontan a la década del 90, cuando un grupo de vecinos nucleados en la Biblioteca Popular Juan Benigar –antropólogo croata y gran estudioso del pueblo mapuche– comenzó a reunir piezas y relatos en defensa del patrimonio local. El parque que rodea el museo reúne álamos piramidales y especies nativas en un circuito botánico, y desde allí parte el sendero de 5 km de la Reserva Urbana Quilquelil. De martes a viernes, de 9 a 13 (en temporada alta, hasta las 16).

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/la-pequena-aldea-patagonica-que-crecio-a-orillas-de-un-rio-caudaloso-y-se-volco-al-turismo-nid24092025/

Comentarios
Volver arriba